Por MaLeV
La llegada es el comienzo.
Habíamos discutido y concertamos encontrarnos en un café, lo noté pensativo pero acepté de mala gana su disculpa, salimos a la calle y mientras caminamos quiso una y otra vez tomar mi mano, lo evadí, entonces se apegaba demasiado y yo lo repelía. - Esta bien, yo llego hasta aquí - dije, pero era para darle a entender que tomaría un taxi, él solo miro la residencia y creyó me iba a quedar allí. Estaba aún furiosa y muy seria me despedí, pero él deseaba un beso, se lo negué -eres el imbécil de siempre, ¿quisiera saber para qué inicias una pelea si sabes vas a perder - casi le grite, ya había alzado la mano para detener un taxi que resultó iba ocupado, en eso él no se dio por vencido y toma mi brazo y casi a la fuerza me arrastra con dirección a la residencia, pensé en gritar para pedir auxilio, pero también sentí pena por hacerle quedar en evidencia, quizá me sobrepasé, entramos y no me respondió cuando le pregunté respecto a lo que intentaba. Aparto una habitación, accedí pero le advertí que no era necesaria la fuerza, aunque la escena me divertía, quería saber hasta donde era capaz de llegar para reconquistarme. - Ves lo que haces para reparar el daño?... - No me dejo hablar y me atrapo con un certero beso, me empujo a la cama y se libero de su camisa, nos mordíamos al besarnos y me vi indefensa cuando sus brazos me levantaron y lo atrape con mis piernas haciendo una descomunal fuerza casi que castigándole por ser un tonto, pero al fin la castigada fui yo, no respeto mis ropas y como pudo hallo la forma de liberar mi sexo y violentarlo de forma que solo pude experimentar cada empujón fuerte y me dedique a disfrutarlo de la mejor forma posible hasta que sentí que el cuerpo ya no me respondía y de mi se liberaba un peso, estaba exhausta y él apenas comenzaba, quise liberarme pero me poseía de una manera única -tenemos que pelear y reconciliarnos más- le dije cuando hubo una pausa y él siguió entrando y saliendo de mi gruta húmeda, apenas lo sentí cuando su orgasmo surtió pero quizá su calentura no le dejo terminar así, siguió entrando y saliendo hasta que recupero su erección y esta vez atacaba con mayor empeño hasta que sentí como me punzaba su pene en las entrañas y liberaba nuevamente su esperma. No; no era ocurrencia mía, el sexo así valía la pena.