MALEV
Aprendimos a amar y a abandonar.
El ascensor se detiene justo y alcanzo a entrar.
Pero me incomoda la presencia de dos señores que me ven como si fuese algo raro.
Mi vestido blanco se ha hecho traslúcido con la lluvia, se notan mis pechos y mi tanga.
Cuando atravieso el corredor me cruzo con él, porta un traje elegante y me dice -adiós, adiós, voy tarde, luego hablamos - no nota mayor cosa en mí, se va con afán, lamento su partida.
Aún mojado el vestido blanco brilla, parece que me he casado, pero no eso no lo vuelvo a hacer. Lo juro. Corro el riesgo de resfriarme aún así no me cambio, espío por el ojo mágico de la puerta por si vuelve, llega a las 2 de la mañana, le espío y viene un poco tomado, en su casa deben haberse dormido no le atiende nadie, no puede tampoco meter la llave en la rendija, abro la puerta alargo el brazo y le atrapo, a empujones le indico el camino, él sonríe, nos paramos frente al espejo y parecemos una pareja lista para el matrimonio. Le siento al filo de la cama y mientras me despojo de las alhajas y termino por el vestido que al parecer por efecto de estar mojado se ha encogido, me rindo dejando todo en su lugar, él esta exhausto se ha volcado y esta dormido, quiero parodiar la noche de bodas pero sucumbo a la intención, mañana habrá oportunidad, pero amanecemos y viéndonos como estamos nos reímos y luego serios nos damos la mano de amistad, es mejor conservemos la amistad pues dura más que un loco y atormentado matrimonio.