Por Yania Salazar
Tu hazaña es despertarlas,
luego de fundidas en licor
darles el sermón y despacharlas
a que lamenten su situación.
Ofendidas regresan a sus casas,
prometiendo no volver jamás,
pero habrá otra oportunidad,
en que la noche sea de pecar.
Ofendes cuando aprovechado,
tomas tu presa y al oído
le susurras el permiso
para ir donde nadie habrá ido.
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