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martes, 5 de febrero de 2019

Beso y deceso

Por Veytor

La necesidad es madre de toda invención.

- Hola, cómo has estado? - me dijo, y yo trataba de reconocerla pero mi mente estaba en blanco.
Ella se dibujaba delante de mí sonriente. De seguro me había conocido en algún lugar, hace años y ahora me reconocía. Pero yo aposte en mi negativa forma de ser que ella se había equivocado y así lo dije: "Señorita, está usted equivocada", pero ella no se rindió, más bien sello el encuentro con un beso en la mejilla de forma engorrosa muy próximo a la boca. Me convido casi obligado y a rastras a un café cercano, sin dejarme hablar, divertida me contó cómo era que nos conocíamos y hasta lo que juntos habíamos hecho. - Si quieres lo recordamos juntos - dijo aventajando mi deseo de despedirme, me tomó de la mano y por primera vez sentí que su piel no me era del todo desconocida. Menos cuando ya en el privado ella presurosa se desnudo y a mi mente vino la figura de su cuerpo recorrido palmo a palmo por mi lengua ¡por Dios! era preciosa, me gustaba la sombra sobre sus ojos y esa mirada encantadora que tejía sobre mi, yo me senté al borde de la cama y ella vino y me abordó, le acaricié la espalda y tuve a tiempo la proximidad de su boca para un beso profundo que altero nuestra respiración, me desabotonó la camisa y fue bajando por mi pecho a atrapar una tetilla y succionarla con la boca, eso de inmediato me encendió, me liberé de la demás ropa y no le dí más chance que tomar suficiente aire para subsistir, en la cama se movió como una serpiente sin dejarse poseer y mi pene como el aguijón de un escorpión le buscaba su parte débil y feroz a la vez, hasta que fue ella quien no pudo con la sensación y ya no esquivó más el ataque si no que colaboró a guiar el aguijón a su hoyo y cuando entró tiro la cabeza atrás y procuro exhibir su vagina al máximo para lograr lo que ella siempre deseaba: una penetración total. Su cabello iba y volvía y sus pechos se mecían y no dejaba de gemir hasta que ella misma atrevida arremetió y viéndome al borde de terminar con agilidad se libro del asunto y corrió divertida a esconderse, la atrapé a tiempo imposibilitando encerrarse en el baño y solo como una acción de misericordia accedió a terminar la faena prestándome su pecho para que diera paso a mi eyaculación y justificando su precaución en que ya había tenido un embarazo con un fin trágico. Nos quedamos abrazados con las pocas fuerzas y el sensible deseo de recuperar el tiempo perdido que nos había separado.      


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