Por César Vélez
Antes pensaba que un beso causaba un embarazo, luego que el Padre confesor me dijera que no era así y que para tener la gracia de tener un hijo se debe hacer el amor pero recalcó la obligación de que tal acción suceda dentro del matrimonio porque de lo contrario seria p-e-c-a-d-o y estaría(n) condenado(s) al infierno.
Ya en la escuela la cuestión se promovío a otro nivel, la anatomía del acto. Asunto que parecía fácil, pues tanto hombre (macho) como mujer (hembra) poseían el "don" de que cada órgano estuviera dispuesto, claro hay sus excepciones. "La meta es el placer" decía la Profesora una solterona con varías decádas encima y que se rumoraba tenía amoríos con una nómina de machos. Lo que nadie me dijo era que el varón por tener su órgano sexual externo corre con el peligro de que un golpe ó una enfermedad (como las paperas) pueden ocasionar la infertilidad, ante tal suposición la única forma de comprobar es llegar al acto y disparar (como cuando se quiere comprobar que uno es inmortal) pero allí se constata de que si bien hay casos de casos, para algo Diosito Lindo nos dió todo de a dos y si no funciona una bolita sirva la otra, y se llega a pecar de tal forma que en el bautizo de la nueva criatura te vuelves a encontrar a Padre que algún día te confesó con la sonrisa sarcástica y la frase a punto de decirse entre dientes "te lo dije, la carne es débil, PECADOR"
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